En vivo 🟠 SEÑAL ONLINE

¿Qué desafíos dejó el aluvión en Quebrada de Macul?

¿Qué desafíos dejó el aluvión en Quebrada de Macul?

  -

Tiempo de lectura: 3 minutos A 30 años del gran evento que inundó parte importante de poblaciones de la zona precordillerana de la Región Metropolitana, el aluvión que provocó la muerte de 26 personas, 8 desaparecidas y 85 heridos, lleva a los investigadores a plantear las tareas pendientes en materia de gestión de riesgo.

Comparte:

«Mi hermano se asoma por la ventana. Viene corriendo de vuelta y me dice: ¡arránquense, levántense de la cama y corran porque se viene la quebrada! Entonces, agarré el bolso con los pañales de mi guagua y nos fuimos», cuenta Soledad Pizarro (48) al recordar la mañana del 3 de mayo de 1993. Ese día, una mezcla de agua y barro descendía desde la precordillera para arrasar con todo lo que se encontrara a su paso. Era el aluvión de la Quebrada de Macul, uno de los fenómenos climáticos más catastróficos del último tiempo que afectó la zona central del país, especialmente, a las comunas de Peñalolén y La Florida.

«El aluvión nos rodeó como barrio. Era terrible, un caos gigante», dice Soledad, quien relata que tuvo que correr en dirección de la casa de la suegra de su hermano, una construcción sólida que quedaba a tres cuadras de su hogar. «Al ir pasando por las calles fuimos viendo distintas escenas: en una era pura agua, en otra barro con agua y la gente tratando de subirse a los autos. Mientras llegábamos a la última calle, venía el barro con un sillón y una biblioteca dando vueltas», explica Soledad, quien ha vivido toda su vida en La Higuera, uno de los sectores más afectados por el desastre.

Hoy, a 30 años desde este episodio que dejó a 26 personas fallecidas, 8 desaparecidas y 85 heridas, investigadores se refieren a las causas que provocó este fenómeno y los desafíos pendientes en materia de gestión de riesgo.

Factores socioambientales

La precipitación líquida, que habitualmente caía bajo los 2.800 metros en la cordillera de la región Metropolitana, llegó a los 3.800 metros durante el aluvión. Barro, rocas y otro tipo de materiales se desplomaron violentamente desde las quebradas San Ramón y Macul, hasta llegar al sector urbano de la zona oriente de Santiago.

Lluvias intensas, altas temperaturas y una isoterma cero sobre los 4 mil metros sobre el nivel del mar fueron los factores que explican este desastre, señala el investigador Cigiden, Simón Inzunza: «Hubo un aumento de la superficie de captación de agua, lo que finalmente se juntó con todo este material disponible en la quebrada y desencadenó este aluvión».

El geógrafo UC hace hincapié en que este fenómeno no es un desastre natural: «Fue causado porque, lamentablemente, en torno a la quebrada había asentamientos, vecinos e infraestructura. Entonces, la integración del aluvión con el factor humano desencadenó el desastre«.

La historiadora e investigadora Cigiden, Valentina Acuña, explica que, de acuerdo a antecedentes recopilados, los vecinos del sector tenían conciencia de eventos aluvionales previos de menor magnitud. Por ende, la especialista señala que el desastre se explica por políticas de emergencia reactivas del momento y una desvinculación de los municipios con los territorios: «Estamos hablando de políticas desterritorializadas«.

Gestión de riesgo

Tras el aluvión, se construyeron siete piscinas decantadoras en el sector sur de la desembocadura de la Quebrada de Macul. Además, se definió un área de exclusión de 100 metros en torno al Zanjón de la Aguada, que busca evitar la construcción de viviendas en el sector. Pese a estas acciones, Inzunza lamenta que «la urbanización alrededor de la quebrada ha seguido aumentado».

El Campamento Dignidad, instalado en 2019 en la ribera norte de la Quebrada, es hoy uno de los mayores focos de preocupación. «Actualmente, ha habido un recambio de la población. En un inicio estaba compuesto mayoritariamente por chilenos y chilenas, pero hoy ha habido un recambio de la población migrante. Esto significa un desafío en términos de que «no sabemos si estas personas tienen conciencia del aluvión de 1993«, señala Acuña.

Al respecto, Inzunza advierte que «la gestión del riesgo debería considerar el acceso a la vivienda» y en la educación de quienes viven en este sector que hoy alberga a 600 familias, así como en el desarrollo de planes de evacuación en caso de un nuevo aluvión.


Te puede interesar