Periferia de la Región Metropolitana concentra la mayor cantidad de “Desiertos Alimentarios”
Tiempo de lectura: 3 minutos El concepto alude a la capacidad de las ciudades de satisfacer la demanda por alimentos saludables de sus habitantes. La investigación realizada por académicos de UDLA, muestra una asociación entre estas áreas y la prevalencia de enfermedades cardiovasculares en personas mayores.
Un estudio realizado por académicos investigadores de Universidad de Las Américas reveló que las comunas ubicadas en la periferia de la Región Metropolitana concentran la mayor cantidad de “Desiertos Alimentarios”, zonas donde el acceso a alimentos saludables se ve dificultado por múltiples factores, entre ellos, las barreras urbanas o la distancia hacia puntos de venta de productos de alto valor nutricional.
El reporte, que convoca a académicos del Núcleo de Investigación en Nutrición y Ciencias Alimentarias (NINCAL) y el Núcleo de Investigación Centro Producción del Espacio (CPE) de UDLA, demostró que la presencia de “Desiertos Alimentarios” se relaciona también con más altos índices de enfermedades cardiovasculares en personas mayores de 60 años.
“¿Qué pasa cuando esta producción no alcanza para todos o tenemos una gran distancia para adquirir alimentos saludables? A esto llamamos “Desiertos Alimentarios”: distintos territorios y zonas donde no tenemos la capacidad de comprar alimentos saludables”, señala la doctora Leslie Landaeta, académica investigadora de la Escuela de Nutrición y Dietética de UDLA, Directora del proyecto y del Núcleo de Investigación en Nutrición y Ciencias Alimentarias de UDLA (NINCAL).
Análisis por comunas
En la Región Metropolitana el estudio ya identificó una significativa concentración de desiertos alimentarios en áreas periféricas de bajos ingresos, como Puente Alto, La Pintana, San Bernardo, Maipú, La Granja, Renca, y Cerrillos, en los que la pobreza y la infraestructura urbana limitan el acceso a alimentos saludables.
Junto con esto, descubrió algunas zonas céntricas de altos ingresos con desiertos alimentarios, como Providencia (en algunos ejes), La Reina, Las Condes, Vitacura y La Dehesa. En estos últimos casos, el concepto de desierto alimentario está dado exclusivamente por la lejanía de los lugares de venta de alimentos saludables, obligando al uso del automóvil.
Agregan que Lo Valledor, uno de los puntos de distribución y almacenamiento de alimentos más grandes del país, registra varios desiertos en su entorno. Esto es consecuencia de la existencia de tres autopistas que operan como barreras urbanas. En Valparaíso, la verticalidad de la ciudad y la diferencia en el acceso entre el plan urbano y los cerros en Viña del Mar surgen como otros casos descritos de interés.
El estudio, que es financiado por el fondo FONIS de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y que se extenderá hasta 2025, tiene como objetivo caracterizar el acceso a alimentos saludables en 16 ciudades o conurbaciones de Chile y además permitirá desarrollar cartografías para contar con un “atlas de desiertos alimentarios”, instrumento que permitirá construir entornos urbanos saludables.
Una regla de 15 minutos
Los análisis implementados se llevan a cabo utilizando herramientas estadísticas, indicadores sanitarios y parámetros socioeconómicos, según explica el doctor Francisco Vergara, director del Núcleo de Investigación Centro Producción del Espacio (CPE) de UDLA.
Un “Desierto Alimentario” establece como límite un tramo de 1,6 kilómetros para llegar a puntos que distribuyan productos de alto valor nutricional. Sin embargo, el proyecto adapta esa métrica a 600 metros, una cifra que estima los 15 minutos que demora una persona mayor o una mujer con un coche en llegar desde su hogar hasta almacenes, supermercados o ferias libres.
“La elección de un tramo de 15 minutos no es casual: es el tiempo que se considera en la planificación urbana como óptimo para medir la distancia de personas mayores respecto a los servicios básicos. Además de las zonas periféricas, los análisis muestran también zonas más céntricas y de mayor poder económico, o sitios aislados no solamente por la distancia, sino también por barreras urbanas, como construcciones comerciales o industriales”, afirma Landaeta.
Hacia una planificación de las ciudades
El trabajo pondrá a disposición una plataforma con cartografías que detallen la presencia de tres tipos de zonas: desiertos, oasis (el concepto opuesto) y pantanos, donde hay una sobreoferta de comida no saludable.
“La salud pública es uno de los principales factores que tienden a mejorar los instrumentos de planificación urbana en Chile para así pensar mejor las ciudades. Las dispares distribuciones de accesos a nutrientes generan una ciudad desigual en diversos aspectos”, añade Francisco Vergara.
A través de esta investigación, los expertos buscan caracterizar los territorios desde una perspectiva urbanística y de salud pública, a fin de contribuir a la calidad de vida y bienestar general de la población, apoyar el diseño de políticas públicas más efectivas y mejorar, a través de esta evidencia, entornos urbanos con un acceso óptimo a alimentación saludable, inocua y variada para todos y todas.