¿Comer insectos? Una alternativa nutricional
Tiempo de lectura: 2 minutos Distintos insectos comestibles, -grillos y escarabajos, principalmente-, poseen una interesante composición proteica que va desde un 25% hasta un 75% del peso seco. La calidad nutricional de sus proteínas, radica en el aporte de aminoácidos que nuestro cuerpo no puede producir
La crisis climática nos ha llevado a la necesidad de repensar nuestra forma de relacionarnos con el entorno y a racionalizar el cómo la actividad humana participa del acelerado calentamiento global que sufre el planeta. Adicionalmente, el sostenido aumento de la población mundial ha significado que la seguridad alimentaria se convierta en un desafío gigantesco, principalmente en países que aún sufren de hambre y desnutrición, pero también en otros, en los cuales la malnutrición por exceso (obesidad), obligan a preocuparse por el tipo de alimentación de la población.
En este escenario, las diversas fuentes productivas y particularmente las involucradas en la generación de nuestra alimentación, son materia de revisión, en tanto se han determinado las consecuencias negativas que algunas de ellas significan para el ambiente. Particularmente relevantes son las dificultades que supone la producción tradicional de proteína animal, en el contexto climático actual.
Sobre la entomofagia
Si bien la entomofagia (del griego [éntomos], ‘insecto’, y [făguein], ‘comer’), es una práctica muy antigua y extendida en múltiples países del planeta, en nuestro continente y particularmente en nuestro país, no existe una tradición en su consumo. Los insectos comestibles han desempeñado un papel importante en la nutrición de algunas regiones de África y gran parte de Asia. En África, el insecto más popular es la oruga y el consumo de 100 gramos de ese insecto seco aporta aproximadamente un 70% de la ingesta diaria de proteínas en un adulto promedio.
Distintos insectos comestibles, -grillos y escarabajos, principalmente-, poseen una interesante composición proteica que va desde un 25% hasta un 75% del peso seco. La calidad nutricional de sus proteínas, radica en el aporte de aminoácidos que nuestro cuerpo no puede producir y que deben ser aportados por la dieta. Adicionalmente, la proteína de insectos tiene mejor digestibilidad que la carne tradicional, manteniendo su capacidad de producir saciedad, un atributo que es relevante para la sensación de hambre y el deseo de volver comer.
En Chile, estudios preliminares en humanos han mostrado buena aceptabilidad en términos de sabor, aun cuando en general la gente prefiere que el insecto sea incorporado como ingrediente (hecho polvo, por ejemplo) y no esté visible en la preparación. Aun cuando no existen estudios específicos que evalúen la palatabilidad y la saciedad que pueden otorgar los insectos, particularmente el grillo chileno, se ha descrito que, en su estado adulto, contiene aproximadamente 41% de proteína en base al peso seco, lo cual se debería traducir en una buena capacidad para otorgar saciedad.
Por otra parte, algunos insectos, principalmente en su estadio larval, poseen un interesante contenido de grasa, variando entre un 2% y 50% del peso seco. Sin embargo, a diferencia de otros animales, la grasa de los insectos puede contener hasta un 70% de ácidos grasos poliinsaturados, lo cual es materia de estudio, para definir el aporte nutricional de este tipo de macronutriente.
En términos comerciales, la producción de insectos es al menos 10 veces más barata que la carne de res, cerdo y pollo. Ello se explica pues la producción de un kilo de insectos, requiere 4 veces menos alimento, 11 veces menos espacio y 30% menos energía que el equivalente kilo de carne de vacuno. Por su parte, en cuanto a la sostenibilidad, el cultivo de insectos ofrece grandes ventajas, por ejemplo: producir un kilo de proteína de insectos comparado con su equivalente de carne de vacuno, requiere un menor aporte de agua, pues los insectos sacan el agua de lo que comen.
Fuente: U de Chile