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Desafíos pendientes a 33 años del aluvión en Antofagasta

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Tiempo de lectura: 2 minutos 91 personas fallecidas, 19 desaparecidos y damnificados dejó este desastre ocurrido en 1991. En conversación con Sin Gravedad, la investigadora del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), Francisca Roldán, aseguró que, de no tomar medidas para prevenir este tipo de eventos, el escenario podría ser peor.

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La madrugada del 18 de junio de 1991, un gran aluvión afectó a la ciudad de Antofagasta, dejando a 91 personas fallecidas, 19 desaparecidos y millonarios daños materiales. El agua había comenzado a caer el día anterior, acompañada por fuertes ráfagas de viento. Para la madrugada del 18 de junio, las lluvias comenzaron a arrastrar un enorme río de barro, que superaba los dos metros de altura y arrasó con todo a su paso.

A 33 años de este suceso, la geóloga e investigadora del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), Francisca Roldán, explica que Antofagasta ha cambiado, principalmente, por el aumento de campamentos y tomas.

«Tener campamentos en lo que es el pie de monte, es decir, al lado donde se forman estos flujos de aluviones, es bastante complicado porque genera una concatenación de impacto. Si tu vivienda está ubicada en la parte baja, es decir, al lado de estas viviendas informales, es muy probable que tengas un mayor impacto porque estas viviendas no van a resistir estos aluviones», destacó Roldán en conversación con Sin Gravedad.

La especialista destacó que, en 1991, el origen de los aluviones tuvo lugar en la cordillera de la costa, con flujos que llegaron a al mar. «Fue algo que afectó desde el norte al sur de la ciudad. Todas las quebradas de Antofagasta se activaron para 1991, entonces tenemos que pensar ahora qué pasaría si tenemos lluvias de similares características o incluso peores», mencionó.

Medidas de prevención

Para Roldán, actualmente, la ciudad de Antofagasta no cuenta con un plan regulador acorde a las características geológicas del territorio. «Quién está a cargo de esto es la municipalidad. Actualmente, están llevando a cabo una actualización, lo cual es bastante positivo, pero hay algunos aspectos que me preocupan y es la falta de especialistas que fijen exactamente estas amenazas», destacó.
Sumado a lo anterior, la geóloga advirtió que tampoco existe una adecuada mantención de las obras de mitigación, cuyo estado depende del municipio. «Hemos visto en todos estos años que hay acumulación de basura que no se mantiene regularmente. Es algo bastante preocupante. Las obras de mitigación están para protegernos, entonces si se acumula basura vamos a disminuir la capacidad de retención que tienen estas obras para poder disminuir el impacto en zonas urbanas», señaló.
Roldán también describió situaciones como casos de personas viviendo al interior de las obras de mitigación. «Eso repercute en que tengamos desastres muy similares a los de 1991. A mí siempre me gusta prepararme para el peor escenario y cuál sería el peor escenario: que tengamos lluvias de similares características, incluso, superiores«, mencionó.
Para la investigadora CIGIDEN, algunas medidas para prevenir este tipo de desastres son: mantener las quebradas sin basura, no construir cerca de ellas, evitar las quemas y educar a la población, especialmente, a quienes viven cerca de este sector de riesgo. «Si no existe un esfuerzo mancomunado entre lo que es el sector público y el interés de la comunidad, vamos a seguir teniendo desastres como los que tuvimos en 1991», aseguró Roldán.

Revisa acá la entrevista completa.


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