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La innovadora forma de hacer turismo a través de una lupa

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Tiempo de lectura: 3 minutos Este 27 de septiembre se celebra el Día Mundial del Turismo, una actividad que ha despertado gran interés, especialmente, cuando se vincula con el medio ambiente. El extremo austral de Chile ha sido pionero del «Ecoturismo con Lupa», una innovadora práctica que permite a las personas vincularse con los microorganismos que no podemos ver a simple vista.

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Chile es un laboratorio científico y natural. Sus características geográficas permiten desarrollar la ciencia a través del estudio de los astros, el océano, las montañas y los bosques. En el extremo más austral del país está Cabo de Hornos, un lugar que alberga una variedad ecosistémica única.

En particular, la ecorregión subantártica de Magallanes alberga una altísima diversidad de musgos y hepáticas (briofitas). En cifras, en menos de 0,01% de la superficie terrestre del extremo austral de América crece más del 5% de briofitas del mundo y más del 60% de estas pequeñas plantas serían endémicas.

Así, Cabo de Hornos es considerado como un “hotspot” o centro mundial de diversidad para la flora de briofitas. Es por ello que se ha posicionado como el lugar de origen de una particular forma de conectar con la naturaleza: el «Ecoturismo con Lupa».

Esta innovadora metodología de investigación nace en el Parque Etnobotánico Omora, en el norte de la Isla Navarino. Ahí, la lupa es la protagonista. A través de un recorrido colectivo, los visitantes pueden acceder mediante los sentidos a la contemplación de hábitats que, a simple vista, no son identificables. Es lo que llaman «Bosques en miniatura»: una rica comunidad de insectos, musgos y líquenes a los que solo es posible acceder con la ayuda de una lupa.

Ver lo que no se ve

La iniciativa ha sido impulsada por el Director del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y académico de la Universidad de Magallanes, Ricardo Rozzi, y año a año reúne a científicos, filósofos, educadores, artistas y estudiantes de distintas partes del planeta para investigar la vida en el extremo sur del mundo.

«El Ecoturismo con Lupa tiene varias ventajas. Comienzas a mirar aquello que normalmente pasas por alto, como los musgos y las plantas, pero también comienzas a hacer comunidad al compartir los saberes. Con estas lupas comienzan a mirar y a reconectar con la naturaleza«, comenta Rozzi.

El científico agrega que «es una actividad muy democrática, porque se puede hacer en cualquier lugar del mundo, como en una plaza que tenga unos pequeños líquenes. Entonces, esas son las ventajas: ver lo que no se ve».

La académica de la carrera Ingeniería en Gestión de Expediciones y Ecoturismo de la Universidad San Sebastián (USS), Gloria Rodríguez, explica que para hacer este tipo de turismo solo basta con tener un instrumento o herramienta que permita observar en detalles: «Existen lupas muy pequeñas que uno las puede llevar fácilmente. Además, contar con alguna guía de campo que nos permita correlacionar lo que estamos viendo con las especies«.

Asimismo, Rodríguez menciona que «el Ecoturismo con Lupa no está limitado a ser practicado en áreas muy conservadas, como áreas protegidas, sino que también podemos hacerlo en medio de la ciudad, en un gran jardín, o en cerros«.

¿Cómo funciona?

Los visitantes del Parque Omora reciben una lupa y, acompañados por un guía y en un grupo no mayor de diez personas, comienzan el recorrido, que puede llegar a durar entre una hora y media y un día. «Lo que hacemos es un juego de las ‘Tres H’: los hábitats, los hábitos y los cohabitantes. En los hábitats los turistas ponen la lupa sobre cortezas de los árboles, el suelo y las rocas, y van mirando esas tres partes», explica Rozzi.

El biólogo añade que «hay musgos que son ‘chascones’ y otros más ordenados, y tenemos líquenes. Esos serían los hábitos de vida. Así como lo que hacemos nosotros en nuestros hábitos de vida, para las plantas es cómo crecen. Y lo tercero es que tienen que encontrar al menos un liquen y un musgo«.

Respecto a la labor de los guías que acompañan a los visitantes, Rozzi destaca que «la idea es que les ayuden a descubrir todo lo que pueden por ellos mismos. Una vez que han encontrado los nombres de las especies, les explican lo que ha visto la ciencia y se produce un diálogo muy lindo. El guía cumple un rol de facilitador socrático, porque ponen en orden el conocimiento que ya trae la gente».


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