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Ana Katalapi y la educación en la naturaleza

Ana Katalapi y la educación en la naturaleza

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Tiempo de lectura: 3 minutos Cooperativa Ciencia conversó con la fundadora del Parque Katalapi sobre la importancia de la educación medioambiental y los desafíos del país en esta materia. «Los profesores necesitan empoderarse con estos temas», advierte.

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En la década de los 70, la educadora ambiental Ana Vliegenthart supo algo que marcó su vida. Fue saber que el agujero de la capa de ozono, que nos protege de la radiación ultravioleta solar, era provocado por la emisión de gases industriales. La ciencia había determinado que sustancias como los clorofluorocarbonos estaban relacionados a su deterioro, y la solución estaba en evitar su producción. «Esto deja el aprendizaje de que se pueden solucionar los problemas», dice la profesora de Biología y Ciencias Naturales, y cuenta que conocer este hecho la motivó a enfocar su carrera docente en la educación medioambiental.

En 1994, junto a su esposo, el botánico Luis Corcuera, fundaron el Parque Katalapi, un área protegida privada, creada con el fin de apoyar la investigación científica del bosque nativo y vincular la naturaleza con las personas. La vicepresidenta del recinto se ha convertido en una referente en materia de educación ambiental, y llegará a Villarrica para hablar sobre este tema en el Congreso Internacional de Educación para el Desarrollo Sustentable 2023, que se realizará entre el 15 al 18 de mayo.

– ¿Qué la motivó a dedicarse a la educación ambiental?

Como profesora, he visto ejemplos de lo que pasa con niños y jóvenes cuando van a la naturaleza y se transforman. Los líderes negativos del aula pasan a ser líderes positivos y eso los cambia de por vida. Son aprendizajes y experiencias de vida significativos. Obviamente, debe ser una experiencia bien pensada y planeada, que sea positiva. La humanidad está bien si la naturaleza está bien. Estar bien con la naturaleza ayuda al bienestar humano, y no podemos estar en una naturaleza destruida.

– ¿Cree que ha mejorado la educación ambiental en el país?

Todavía se necesita muchísimo más que hace 30 años atrás. Porque hace 60 años los científicos estaban diciendo exactamente lo que está pasando en términos de cambio climático. Hay tantas evidencias y cálculos que dicen lo que está pasando y cómo se puede solucionar. Hay muchos científicos que están tratando de hacer su trabajo además de difusión, pero no es suficiente y los educadores medioambientales en Chile casi no existen.

– ¿Cuál cree que es la solución?

Creo que los profesores necesitan empoderarse con estos temas y las metodologías de la educación medioambiental. Deben también enfocarse en las buenas noticias de la ciencia para darles esperanzas a sus estudiantes. Lo más negativo que hay es producir docentes que están transmitiendo problemas a niños y jóvenes. Yo pondría el énfasis en la formación inicial docente.

De Ana Vliegenthart a Ana Katalapi

En español, Vliegenthart, el apellido de Ana, significa corazón volando. Con el tiempo mutó a Katalapi. Esta es una palabra ona que hace referencia a una helecho típico, único en Chile, que parece una pequeña palmera. Además, es una de las plantas más abundantes del parque que lleva su nombre.

Ana y su esposo, ambos profesores, fundaron el Parque Katalapi porque consideraban que la ciencia necesitaba más difusión y que la educación requería considerar a la naturaleza. El terreno, que cuenta con 28 hectáreas de bosque nativo, ubicadas a menos de 20 kilómetros de Puerto Montt, en dirección a la Carretera Austral, ofrece talleres, cursos, colaboraciones e iniciativas enfocados en la investigación científica y en la educación ambiental para la conservación.

Helecho Katalapi. Créditos: Parque Katalapi

– ¿Qué características debía cumplir el terreno donde querían fundar el parque?

Mirando el mapa de Chile, se nos presentó esta parte que está cerca del mar, del Parque Nacional Alerce Andino, con bosques y era barato, porque hace 30 años el camino era pésimo. Al venir a este sector, nos dimos cuenta de que cumplía con todos los requisitos. Dijimos: Aquí tenemos que buscar algo, y encontramos este pedacito. Nos tiramos a la piscina.

– ¿Qué actividades desarrolla el parque?

Acá hacemos talleres de tres días en que vienen personas que autofinancian su estadía. Hacemos fundamentos teóricos y muchos ejercicios prácticos en la naturaleza para mostrar que se puede trabajar con distintas audiencias. Eso lo hacemos con personas que se inscriben: niños, escolares, universitarios de cualquier nivel y recibimos visitas de las comunidades. Trabajamos con todo público. Se van cargaditos de energía, de buena onda.

– En 2020, el parque alcanzó la categoría de santuario de la naturaleza, ¿qué cambios ha generado?

El hecho de tener esta categoría no cambió nada de lo que hacemos. Lo hacemos igual, pero ahora con un reconocimiento y respaldo del Consejo de Monumentos Nacionales. El parque sigue siendo autofinanciado y la gente que viene tiene que pagar por el servicio. Eso ayuda a nuestro financiamiento, pero no tenemos mayor ayuda del Estado. Ahí ves el contrasentido. Algo que es esencial para el bienestar de la humanidad, no tiene apoyo económico.


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