La prehistoria en extremófilos del Volcán Copahue
Tiempo de lectura: 3 minutos Un grupo multidisciplinario de científicos exploraron el ecosistema microbiano en el entorno del volcán Copahue, ubicado en el límite de Chile con Argentina a la altura de Los Ángeles. La investigación es uno de los primeros estudios que se realiza del lugar y que será clave para el conocimiento de microorganismos extremófilos de gran interés para la minería en Chile y el mundo.
El equipo dirigido por la Dra. Raquel Quatrini, del Laboratorio de Ecofisiología Microbiana del Centro Basal Fundación Ciencias & Vida y profesora asociada de la Universidad San Sebastián (USS), realizó la expedición con un grupo de estudiantes e investigadores quienes durante 9 jornadas exploraron el sistema extremo, alcanzando los 2.900 metros sobre el nivel del mar y a solo 100 metros del cráter, el grupo de investigadores exploró y colectó muestras del Volcán Copahue y su entorno, ubicado en la Región del Biobío de Chile y la provincia de Neuquén de Argentina.
Con un intenso olor a dióxido de azufre en el ambiente, los investigadores realizaron un exhaustivo trabajo colectando cientos de muestras de distintos puntos del sistema, recorriendo el gradiente ambiental que caracteriza la zona. El entorno del volcán “Copahue” o “lugar de azufre” es conocido por su belleza natural y biodiversidad, con flora y fauna endémica. A las faldas del volcán, y acompañando el curso de agua del Río Agrio, se pueden encontrar bosques de araucarias, ñires y lengas, así como diferentes especies de animales como lagartijas, cóndores, pumas y zorros.
Aguas ricas en azufre
La mezcla de aguas de deshielo con fluidos hidrogeotermales acídicos, que emanan de dos vertientes en la base del cráter, da origen al Río Agrio. Este curso descendente de agua enriquecida en azufre y otros elementos químicos, proveen las condiciones óptimas para la proliferación de varios de los acidófilos, microorganismos extremófilos en los que se enfoca el estudio.
Asimismo, en los cerca de 40 kilómetros de recorrido que tiene el Río Agrio -montaña abajo-, varios afluentes de agua dulce diluyen el sistema generando hábitats con distintas características fisicoquímicas que albergan comunidades de microorganismos acídicos variados.
“Tenemos distintas fórmulas comunitarias en un mismo sistema con un eje longitudinal que los une, que es el Río Agrio, y con características físico-químicas variables, lo que es ideal para abordar este tipo de estudios de ensamblaje de comunidades”, explicó Raquel Quatrini, doctora en Microbiología y experta en genómica microbiana.
Aunque la mayor parte de la vida ocurre en rangos de pH, presión, temperatura y salinidad normales, existen microorganismos que se han adaptado y logran sobrevivir en hábitats con pH extremadamente ácido donde pululan los acidófilos.
Interés para la minería
Debido a su capacidad para tolerar altos niveles de acidez y metales en solución, los acidófilos se han convertido en un foco de gran interés para la minería. La lixiviación es un proceso en el que se extraen metales de las rocas utilizando soluciones químicas. Sin embargo, las soluciones utilizadas en este proceso suelen ser muy ácidas y tóxicas, lo que puede generar efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana. En ese contexto, la biotecnología minera ofrece una alternativa más ecológica y segura, incrementando las tasas de recuperación de metales de interés (como el cobre) mediante el uso de microorganismos acidófilos en procesos de biolixiviación.
El proyecto contará también con la participación de distintas áreas del saber cómo es el caso de la biología computacional. A través de una colaboración con el doctor en biotecnología, Tomás Pérez-Acle, Director del Centro Basal Fundación Ciencia y Vida, “se tomarán datos de las comunidades recolectadas en distintos puntos a lo largo del Río Agrio que baja del volcán Copahue -que es casi una introspección al pasado, al pasado prehistórico de la Tierra – con la idea entender de qué manera estas comunidades de microorganismos forman casi una especie de ser vivo macroscópico”, explicó Pérez-Acle.
Fuente: Fundación Ciencia & Vida