Dora Altbir: La pionera chilena del sorprendente nanomundo
Tiempo de lectura: 2 minutos La física y Premio Nacional de Ciencias Exactas, Dora Altbir, descubrió el apasionante mundo de la nanociencia cuando era estudiante universitaria. «La curiosidad es lo que nos hace tener pasión por la ciencia y dedicarnos a ella. Yo creo que fui muy curiosa de niña, quería entender todo», dijo en Todo Tiene su Ciencia.
El año 2019, Dora Altbir hizo historia al convertirse en la segunda mujer de Chile en ser galardonada con el Premio Nacional de Ciencias Exactas por su trabajo en la nanotecnología.
Estudió Física en la Universidad Católica, alcanzando el grado de doctora en la misma casa de estudios. Ha publicado un centenar de papers, dirige el Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (CEDENNA) y es vicerrectora de Investigación e Innovación de la Universidad Diego Portales.
«La curiosidad es lo que nos hace tener pasión por la ciencia y dedicarnos a ella. Yo creo que fui muy curiosa de niña, quería entender todo. Ya un poco mayor, leí la biografía de Marie Curie y me impactó esa pasión que ella sentía por la ciencia, entonces empecé a pensar que algo había que hacía que la gente se apasionara por esa idea de descubrir cosas nuevas», relató la científica en conversación con Todo Tiene su Ciencia.
El apasionante mundo de la nanociencia
La nanociencia es considerada una disciplina reciente. Sus comienzos se remontan al año 1959, cuando el físico estadounidense Richard Feynman propuso reordenar átomos y moléculas para fabricar nuevos materiales. Sostenía que los átomos podían ser manipulados, abriendo así nuevas posibilidades para investigar en el mundo de la nanoescala.
Fue este pequeño y diminuto mundo lo que captó la atención de Dora Altbir. Algo que llegó a su vida de manera fortuita. «Muchas cosas ocurren por casualidad. Estaba terminando la licenciatura y había llegado recién un profesor a la Universidad Católica. Fui a buscar un tema de tesis, y me propuso un tema de películas delgadas. En esa época uno tenía cierta cantidad de películas, de monocapas de hierro. Las poníamos una arriba de la otra y eso era una nanoestructura, pero no existía el nombre, les decíamos películas delgadas», indicó.
Con ese profesor, Altbir comenzó a trabajar en cómo esas pequeñas películas magnéticas podían inducir la magnetización en otros sistemas no magnéticos. «Me motivó muchísimo, y quise hacer mi tesis de magíster con el mismo profesor, también en cadenas, que ahora se llaman nanoestructuras unidimensionales, pero en esa época las conocíamos como cadenas de átomos. Finalmente, di el doctorado en un fenómeno que acababa de ser descubierto y que, en esa época, se llamaba multicapas pero ahora se llama nanoestructuras, así es que todos mis estudios los hice en en nanopartículas, en nanoestructura», detalló.
Nuevas propiedades en lo pequeño
Lo más interesante de esta disciplina, aseguró Altbir, está en descubrir que existen materiales que, por muy pequeños que sean, pueden tener propiedades sorprendentes.
«Nadie se imagina lo que puede aparecer, por ejemplo, cuando uno tiene oro, en general tiene color oro, pero el color a escala nanométrica puede ser rojo porque las propiedades ópticas cambian completamente. O, el carbono, que es lo que forma este carbón que utilizamos para hacer un asado, es relativamente blando, lo podemos partir, sin embargo, cuando está en tamaños nanométricos puede ser 200 o 300 veces más duro que el acero, no podríamos partirlo por mucha fuerza que tengamos», destacó.